martes, 26 de febrero de 2013

Aydin

Aydin se escapó por primera vez del laboratorio del mar Negro donde permanecía encerrada en febrero de 1992. Pese a los esfuerzos de los pescadores de Gerze para que la dejaran quedarse con ellos y los de los ecologistas británicos, reclamando su libertad, fue devuelta a sus propietarios por imposición legal, no sin antes ser noticia en el mundo entero. Una nueva forma de gritar a ese mundo que la libertad es un derecho de todo ser vivo nació con ella. Y Aydin se convirtió en un símbolo. Un año después, en la primavera de 1993, la ballena blanca volvió a escaparse y regresó con los pescadores de Gerze. Volvió a casa. Ese mundo que ya había empezado a olvidarla, recordó de nuevo algo que unos, por comodida, se empeñan en ignorar, y otros, por imposición, no tienen. Ninguna cadena puede impedir la voluntad de ser libre ni la libertad del corazón, los sentimientos y el amor por la vida. Ninguna red o muro ha resistido jamás tanto como la voluntad de romperla o derribarlo. Pero se siguen levantando muros, poniendo redes, marcando líneas en los mapa.


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